Esperando Respuestas: Lecciones desde la Sala de Urgencias

En muchas conversaciones con familiares, amigos, compañeros de trabajo, conocidos… se habla del tema de las salas de espera en los hospitales o centros sanitarios.

Algunos cuentan que tenían un dolor de estómago insoportable después de alguna de las comilonas en festividades señaladas y que tuvieron que esperar horas en la sala de urgencias hasta ser atendidos, y que al final cuando los llamaron en una visita de 3 minutos se iban a casa con la prescripción de un anti-ácido o sin tan siquiera una receta que llevarse a la boca.

Esta historia recursivamente contada siempre deriva en hablar de la problemática de los presupuestos en sanidad pública y que muchos de los que viven este tipo de historias acaben sacándose un seguro privado, porque claro, en la privada no hay salas de espera.

Y a que viene toda esta introducción? recordamos que en la última historia conté como decidí ir al hospital, pues bien una vez allí me senté delante de una señora y les conté todo lo que me había ocurrido, me tomó la temperatura, creo que tenía 38 de fiebre y me mandó a la sala de espera… en ese momento ante una sala de espera abarrotada pensé en las 3 horas que me quedaban antes de que me atendieran, pero al menos pensaba que me iría con receta, ya que lo único que necesitaba era unas pastillas que me devolvieran a mi vida normal.

Lo que pasó te sorprenderá, creo que no estuve ni 5 minutos esperando y ya me llamaron, en aquel momento lo consideré como un golpe de suerte, pero después de todo lo vivido te das cuenta que los servios sanitarios funcionan a la perfección y que los profesionales que están en urgencias ven quien necesita el servicio y quien no.

No quiero decir con esto que la gente exagere sus síntomas, pero que cada uno saque sus propias conclusiones.

De mi paso por urgencias recuerdo que me hicieron mil pruebas, mil preguntas, que si me había tatuado, que si había tenido relaciones sexuales de riesgo, que si me había picado algún insecto, me sacaron sangre, me hicieron PCRs en lugares inimaginables y lo que si me tuvieron fue en un box todo el día sin ninguna posibilidad de conciliar el sueño, esperando a que me dejaran irme a casa.

Pero al llegar la noche vino el médico y me explicó que tenia una cuadro inflamatorio grave y que me tenía que ingresar para tratar la sintomatología que no sabían porqué ocurría pero que no me podía ir a casa, que me administrarían corticoides y que al cabo de unos días ya podría salir.

Llevo toda la vida asociando corticoides con aumento de peso, siempre había oído que la cortisona engorda, al menos así la había oído nombrar, vamos que si en aquel momento pesaba 120 kg a ver como saldría de allí.

Con esta asociación de corticoides y engordar decidí que debía de aprovechar aquellos días y comer solamente lo que me darían en el hospital ya que no podía sumar más peso al que tenía.

A la media noche me subieron a una habitación y fue tal el estrés que tuve una inflamación desorbitada, no podía cerrar las manos, vamos que me veía una estancia en el hospital memorable.

Pero a la mañana siguiente vino una enfermera y me dio una pastillita de un medicamento que recibía el nombre de prednisona, y ni corto ni perezoso fui a investigar con mi móvil por Internet y vi que era la famosa cortisona, bueno a esperar me dije.

Lo más asombroso fue que la inflamación desapareció al poco tiempo, pero no solo la inflamación de la mano sino la que me recorría todo el cuerpo, y el primer pensamiento que me vino fue: EUREKA!!! todo se ha solucionado!!

Pues bien, el día debió transcurrir espectacular y ya me veía fuera del hospital, pero la mañana siguiente deparaba una sorpresa inesperada.

Amanecí con un picor insoportable, fui a mirarme al espejo y me desperté con todo el cuerpo lleno de pequeños pinchazos, como si me hubieran picado mil mosquitos, luego supe que era urticaria y el efecto rebote de los corticoides, en ese momento llamé por el interfono y eso me dijeron: es el efecto rebote de los corticoides, tómate la pastilla de hoy… y al cabo de unos minutos todo desapareció, pero claro te queda la mosca tras la oreja que aquello no es normal.

Y tampoco el efecto des-inflamatorio es el mismo que el del primer día, por lo que al tercero deciden inyectarte los corticoides en vena, cosa que te deja extasiado y con una energía que te hace dar la vuelta al hospital.

Pero ves que las mañanas son un infierno hasta que vienen a administrarte la dosis diaria, y como has leído los efectos secundarios y todo lo que conlleva sabes que no puedes tomar corticoides toda la vida y que dejarlos supone un proceso ya que tu cuerpo ha dejado de fabricar cortisona y necesita un tiempo de adaptación.

Recuerdo que un día no me trajeron el desayuno, me tenían que sacar sangre y al cabo de una hora vinieron a sacarme 6 tubos, un auxiliar que tenía la misión de mantener los tubos en sus manos a temperatura corporal de 37 grados y llevarlos a laboratorio y hacer las analíticas antes de que bajase la temperatura, todo el mundo estaba avisado… esto debían hacerlo sin perder tiempo ni temperatura.

En aquel momento me asusté mucho y busqué que me estaban haciendo, no recuerdo bien que encontré, pero estaba relacionado con el cáncer, el sistema inmunitario, y francamente me viene abajo.

En ese preciso momento me bajaron para una eco-grafía, y todavía no había desayunado, bueno luego te lo traerán me dijo el celador.

Estaba en ayunas, no me había podido tomar los corticoides y recuerdo la presión del aparato de ecos como me dolía en la barriga, y también recuerdo que dejaron en el pasillo esperando para subirme a la habitación en una silla de ruedas, no recuerdo haber sentido mayor indefensión en mi vida, así como pude llamé a alguien de la sala de ecos y le expliqué que no había desayunado y que me sentía muy mal… su repuesta fue contundente: podemos estar días sin comer no creo que te pase nada… y nada esperé… al subir a la habitación mi madre me había traído un bocadillo y una coca-cola pero era tal el dolor que tenía que no podía tragar, avisé a la enfermera y me administro un paracetamol en vena… yo quería más corticoides.. pero el resultado fue bastante bien… aquel día fue el peor del hospital… y los resultados fueron negativos… al menos supe que no tenía cáncer.

En total pasé 9 días en el hospital, a la salida no me fui con ningún diagnóstico concluyente, simplemente con un montón de pastillas en la tarjeta: prednisona, polaramine, cetricina, calcio y no recuerdo que más.

Estuve unos días en casa de mi madre y enseguida que pude me fui para casa, sobretodo a descansar y ver como podía sobrellevar todo esto.

A partir de aquí mi único objetivo era poder volver a mi vida de antes, los fines de semana de des-conexión tomado tapas y cañas y salir de juerga con los amigos, comer sin medida y llevar lo que en occidente llamamos una vida normal.

Todo esto iba a cambiar, pero debían de pasar muchos meses, la salida del hospital fue a mediados de noviembre del 2015 y me estuve peleando con los corticoides hasta finales de febrero, los dejaba y recaía, los volvía a tomar y volvía el efecto rebote.

Hubo un día que el médico internista me dijo, esto se te está cronificando seguramente es una artritis reumatoide, te derivaré a reumatología.

A medida que concluyo este relato sobre mi estancia en el hospital, reflexiono sobre lo que he aprendido de esta experiencia tumultuosa. La vida, con todas sus incertidumbres y desafíos inesperados, a menudo nos empuja más allá de nuestras zonas de confort, obligándonos a enfrentar nuestras vulnerabilidades más profundas. Este período en el hospital no fue solo una prueba de resistencia física, sino también una lección sobre la resiliencia emocional y la importancia de la salud como nuestro bien más preciado.

A lo largo de estos días, he visto la dedicación incansable de los profesionales médicos que trabajan bajo presión constante para ofrecer cuidados y compasión. A pesar de los miedos y las frustraciones iniciales, he aprendido que el sistema de salud, aunque abrumado, se esfuerza por priorizar a aquellos en mayor necesidad. Mi historia es un testimonio de los desafíos que enfrentamos como pacientes y los dilemas que enfrentan nuestros cuidadores.

Al mirar hacia adelante, entiendo que el camino hacia la recuperación o hacia un diagnóstico claro a menudo no es lineal ni libre de obstáculos. Estoy aprendiendo a aceptar que cada día trae consigo nuevas pruebas y, también, nuevas oportunidades para aprender y crecer.

En la próxima entrega, compartiré el encuentro con la reumatóloga y cómo esas conversaciones abrieron nuevos caminos para la gestión de mi salud. Espero que, al seguir mi viaje, encuentres no solo entretenimiento e información, sino también inspiración para navegar tus propios desafíos de salud con coraje y esperanza.

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