El Día que el Dolor Me Llevó al Hospital

Inicio del misterio

Debía ser el mes de septiembre del 2015, tendría que mirar las fotos para tener una fecha exacta, pero como todo en la vida va por aproximación pues lo dejaremos así.

Estaba buscando una explicación racional a todo lo que me pasaba, tiene que ser un bicho, una picadura, algo que he comido… tiene que haber una expliación al hecho de que cada semana se me inflame un dedo.

Experimentos y cambios

Ese verano me había comprado una thermomix para poder comer más sano, cosa que en aquel entonces asociaba a hacerte tu mismo el pan, por qué claro, en aquel tiempo pensaba que el pan era un alimento esencial, por aquello del pan nuestro de cada día.

Y hablando con algunos compañeros de trabajo llegamos a la deducción que el problema sería la levadura fresca del Mercadona, en aquel momento no le di demasiada importancia, cosa que con el paso de los años vería que sí la tenía, pero debía de dejar pasar el tiempo.

También di la culpa a unas gambas que comí una noche, siempre me habían dicho que las gambas tienen mucho ácido úrico y la gente es alérgica al marisco y que eso de las alergias es como una loteria y que probablemente me había tocado. Entonces decidí dejar de comer gambas… cosa fácil ya que habitualmente no como, pero como las inflamaciones seguían pues debía de ser otra cosa.

Lo siguiente que probé fue dejar de beber cerveza, era un asiduo consumidor de cervezas de jueves a domingo, y igual que el pan esto sí tenía sentido hacerlo, pero no lo sabría hasta pasados unos años. Yo en aquel tiempo pensaba que la cerveza era saludable, como no va a serlo si organizan la famosa Beers runner, donde corredores con sobrepeso como yo hacen un circuito de 8 km y luego se meten entre pecho y espalda todas la cañas que puedan)

La noche que cambió todo

Pues eso, que decidí dejar las cervezas, creo que aguanté dos semanas. La última semana de noviembre del 2015 hicieron la fiesta de halloween en mi pueblo, y como los niños eran pequeños y no los podía convencer de lo contrario salimos a recoger las chuches y apenas podía poner los pies en el suelo, mi cojera era prominente, y al llegar al bar, donde cenamos creo que me bebí medio barril.

En aquel momento, estaba buscando una solución inmediata: dejar de beber durante 7 días y esperar que la inflamación desapareciera. Para mí, volver a la normalidad significaba disfrutar del fin de semana con cañas, tapas, paellas y vino blanco, liberando así el estrés acumulado.

Al día siguiente de Halloween, me fui a casa de mi madre con una inflamación de tres pares de narices; tenía las manos inflamadas, me picaban a horrores, y recuerdo que estaba sentado en la butaca con las dos manos aguantadas intentando disimular. Pero las madres saben más que todos y me preguntó qué me pasaba. Les conté que llevaba meses con inflamaciones y dolor, a lo que ella y mis hermanas me preguntaron si había ido al médico, y resulta que sí, que había ido y que tenía fecha para unas analíticas. En ese momento te das cuenta de que ir al médico sirve de poco; ellos no tienen una varita mágica que te solucione los problemas, pero nunca pensamos que tengamos el poder de cambiar nuestro estilo de vida para poner solución.

Enfrentando la Realidad

Después de una larga noche de malestar y preocupación, la mañana del lunes reveló un rostro que apenas reconocía en el espejo. La inflamación había transformado mi expresión de manera alarmante, y no había duda de que necesitaba ayuda médica urgente. Acompañado por mi hermana, que no ocultaba su preocupación, llegamos al hospital. Aunque la inflamación había disminuido, la fiebre que me consumía era evidente para los médicos de urgencias, quienes me atendieron de inmediato dada mi condición grave.

Lecciones desde el Hospital

Mi estancia en el hospital fue un torbellino de emociones, tratamientos y revelaciones. Estos días no solo fueron un desafío físico, sino también una profunda lección sobre la vida, la salud y el impacto de nuestras decisiones diarias. Aprendí que no siempre podemos controlar lo que nos sucede, pero podemos decidir cómo respondemos.

En mi próximo post, compartiré detalles sobre los tratamientos que recibí, las personas que conocí y cómo estos nueve días en el hospital me enseñaron más sobre mí mismo y mi enfermedad de lo que años de rutina diaria jamás revelaron. También hablaré sobre cómo este evento se convirtió en un punto de inflexión en mi vida, llevándome a replantear muchas de mis elecciones y hábitos.

Espero que puedas unirte a mí en esta continuación, donde exploraremos juntos las duras pero valiosas lecciones que la vida nos reserva cuando menos lo esperamos.

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